CÓMO GESTIONAR LA RABIA Y LA IRA

Jun 22, 2019 | crecimiento personal, felicidad, gratitud, pensamiento positivo, poder de la mente, vida más fácil

Hoy quiero compartir contigo una de las herramientas más poderosas que he aprendido en los últimos tiempos, y es gestionar la rabia y la ira. 

Parece mentira, pero el primer paso es identificar, y ser consciente, de que ese malestar que te deja en el cuerpo una discusión, unas palabras fuera de tono, una espiral de malos pensamientos, las ganas de venganza, te hacen mucho mas mal que el propio hecho en si.
En general soy una persona alegre y optimista. Siempre trato de ver el lado positivo de las cosas, hasta de las peores, y eso me facilita mucho las cosas en la vida. Sin embargo, a la vez, soy muy sensible y cualquier cosa que considere injusta me afecta de sobremanera y de ahí a poner una queja, manifestar abiertamente mi desacuerdo y convertirme en una auténtica tocap—-tas hay un margen muy estrecho. 
Hasta hace un par de años, cuando algo no salía como yo quería a pesar del esfuerzo, de que el resultado final no era lógico, cuando me ocurría algo injusto… me afectaba tanto que no lograba contener ni las lágrimas. Lágrimas de enfado, de ira, que luchaba como una jabata porque no superaran la barrera del ojo, por lo que llegaba un punto en que ya no sé si me daba más rabia el hecho en sí o el que alguien me vieran llorar.
Pensarás que es una tontería, pero para mi era un signo de debilidad, un punto muy vulnerable que me provocaba primero un gran desasosiego, y segundo, alimentaba aún más mi rabia. Además normalmente la cosa no acababa ahí, sino que daba luego vueltas y vueltas al asunto, en silencio o en voz alta a quien me quisiera escuchar, por lo que  en vez de aminorar el dolor, lo avivaba sin darme cuenta. 
Trabajando bastante en ello conseguí que al menos las lágrimas se contuvieran, pero aquello, en vez de aminorar la rabia, la hacía más fuerte. Me imagino que porque en el fondo había cortado una vía de escape. Así que al final los arrebatos y el reconcome eran de mayor intensidad. 
Hasta que hace unos meses, empecé a estudiar más en serio el poder de la mente, más allá de la Ley de la Atracción o de la Creación, de la Abundancia. Este es un tema muy muy amplio, que cada día me apasiona más, pero una de las claves que aprendí y puse de inmediato en práctica fue la de manejar los enfados. 
Es algo completamente natural que nos enfademos, está en nuestra naturaleza, pero debemos saber gestionar la rabia y la ira para evitar daños mayores. 
La clave es tan sencilla y los resultados son tan inmediatos, que no me canso de enseñárselo a mis hijos, porque les ahorrará muchos disgustos en esta vida. 
Tan solo tienes que convertir lo negativo en positivo haciendo en el momento algo bueno. ¿Cómo? Te pongo un par de ejemplos. 
Cada dos meses aproximadamente, en el trabajo tenemos un par de días  en los que por un evento especial, tenemos que trabajar hasta tarde, pero que al medio día tenemos cuatro horas libres para comer, descansar, arreglarnos, etc. El caso es que era uno de esos día, en los que regresaba a la oficina tras el parón y sabiendo que se alargaría bastante pensé que sería una excelente idea pedirme un café para llevar bien caliente y tormármelo mientras ultimaba cosas del evento. Además decidí hacerlo en un sitio especial en el que el café es mucho más bueno y natural y que está justo en frente del trabajo. 
Se trata de una cafetería en la que sus trabajadores son baristas y hacen de su profesión un arte por toda la parafernalia que rodea al hecho en sí de ponerte un café. 
Encargué mi café para llevar, capuchino con leche de soja. Literalmente cinco minutos después seguía esperando mi café y la persona encargada de preparármelo, hasta ese momento había pesado primero los granos de café, los había molido, los había vuelto a pesar y ajustar la cantidad con una mini cucharita, que cargaba y descargaba meticulosamente buscando dar con el miligramo exacto de la fórmula para el café perfecto. 
Viendo que aquello se estaba alargando y que yo llegaba con el tiempo justo, le indiqué amablemente con la mejor de mis sonrisas, que “tenía un poquito de prisa”, su mirada me fulminó como si la hubiera dicho la mayor de las barbaridades, te prometo que era como si con mis palabras hubiera ultrajado el templo del café divino.  El caso es que en ese momento, mi amable sonrisa desapareció, pero antes de dejar salir al ogro que normalmente me sale en esos momentos me acordé de la clave de convertir lo negativo en positivo haciendo algo bueno. 
Así que callé, volví a sonreir, pensé que sería una persona que lleva hasta el extremo su profesionalidad en un mundo slow (paso uno), lo que me hizo casi hasta soltar una carcajada, y cuando recibí por fin mi café le dejé una propina (paso dos = buena acción). 
Al salir de la cafetería me sentía fenomenal conmigo misma y disfruté de mi café a pesar de llegar justa de tiempo. Había logrado contener a la Esther de antes (que hubiera dicho cualquier bordería ante la cara de aquella persona, y desde luego no hubiera dejado propina) pero lo más importante, había evitado entrar en una espiral de enfado y mal humor.
El otro ejemplo quizá te resulte más familiar, puesto que estoy convencida de que todos tenemos en nuestra vida a esa persona que te pone al límite constantemente. Esa persona que saca lo peor de tí, pero que tu te propones una y otra vez darle una nueva oportunidad, te falla de nuevo, y al final te da aún más rabia que las otras veces. Por lo que vuelves a estar como al principio y cualquier cosa que haga o diga piensas que te la va a jugar otra vez.
Pues decidí poner en práctica con esta persona la clave de convertir lo negativo en positivo haciendo algo bueno. 
Una vez más, cuando necesitó algo de mi le dije que si, una vez más las cosas no fueron como deberían haber sido pero en vez de enfadarme, soltar sapos y culebras por mi boca, y prometerme a mi misma, y a todo aquel que me quisiera escuchar, que nunca más volvería a ayudarle, decidí obviar el agravio , pensar que probablemente habría una razón de peso por la que esta persona actuara así (paso uno), y me ofrecí voluntariamente a hacer algo por ella (paso dos). 
No sólo me sentí mejor porque había controlado mi enfado y no me había dejado invadir por la rabia, sino que conseguí mantenerme en modo positivo, hacer algo bueno de algo malo y sentirme mucho más en paz y feliz.
Cabe destacar que desde ese momento la relación con esa persona empezó a mejorar, y cuando repetimos la jugada creo que ambos nos quedó claro que las cosas habían cambiado, por lo que su actitud también cambió. 
Con este simple ejercicio paré una espiral de negatividad que, estoy segura, de forma expansiva, hubiera afectado a otras personas que hubieran entrado en sus propias espirales, afectando a otras tantas personas. He contribuido de algún modo a rebajar el nivel de hostilidad. Ahora imagínate si todos nos propusiéramos hacer este ejercicio a diario, ¿no crees que mejoraría considerablemente nuestras relaciones y el mundo en general? 
¡Ahí te lo dejo! Con tan solo dos pasos mejorarás tanto tu vida, y la de los demás, que creo que merece la pena intentarlo. Ya sabes, dos pasos: pensar algo bueno de la otra persona, y hacer algo bueno por ella en ese momento.  ¿Te apuntas?
Solo te pido una cosa, intentalo, y si te funciona, que te funcionará, cuéntaselo a todo el que quiera escucharte. 

3 Comentarios

  1. Carmen

    En el primer caso estoy de acuerdo,vivimos con prisa, y las personas meticulosas hacen bien su trabajo.Peo el segundo caso según con que persona no lo podría llevar a cabo,aparte que saca lo peor de mi,no me escucharía,,ni vale la pena explicar o contar hasta 3,xk son personas tan orgullosas,envidiosas,prepotentes,k no pierdo un minuto,a mi lo que me sirve es no escucharla,lo siento no soy así, pero soy diplomaticamente correcta,y sin más.

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  2. Petra

    Muchas Gracias! Me ha encantado este tema. Trataré de ponerlo en practica. Me hace falta… 😉

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  3. Marian

    Sé que eso funciona y ha enriquecido mi vida desde hace mucho tiempo. Y lo más importante, es contagioso.
    Gracias. Bicos

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